Morelos vuelve a quedarse sin carnavales

Las fiestas populares suspendidas por la pandemia tendrán que reinventarse después de la contingencia sanitaria

En las semanas previas de la cuaresma, antes de que la pandemia de la covid-19 apareciera en nuestras vidas, Morelos era un estado que se vestía de colores y fiesta a través de sus carnavales, que se suceden uno a uno como las páginas de un libro: en 2018, uno de los últimos años en que se realizaron en su máxima expresión, el estado ofreció 12 carnavales del 12 de enero al 24 de marzo no sólo a los ciudadanos del estado, sino a turistas de otras latitudes.

Con el aumento de casos de covid-19 que ha venido registrándose desde principios de año, los municipios de Tepoztlán y Jiutepec, el primero de ellos fundador de esta tradición centenaria, han optado por cancelar sus carnavales como una forma de contribuir a la reducción de la cuarta ola de contagios. En el resto de municipios, como en Yautepec, las autoridades han optado por reservarse la decisión de cancelar o continuar con la festividad, sujetándose a los cambios que se registren en el semáforo epidémico durante los próximos meses. Pero cancelarlos no es una decisión sencilla.

Un golpe a la economía

Es el caso de Yautepec, el alcalde Agustín Alonso Gutiérrez reconoce que el carnaval es la fiesta más importante del municipio, no sólo por su cultura, identidad y tradición, sino también porque contribuye a la reactivación económica de miles de decenas de familias que aprovechan estos cuatro días para ofrecer y vender sus productos a los visitantes. De antemano, las autoridades de Yautepec sólo prevén suspender el carnaval si el semáforo pasa del amarillo al anaranjado y, con mayor razón, si se encontrara en rojo para marzo.

Precisamente el municipio de Yautepec es la localidad donde la fiesta adquiere sus mayores dimensiones, con todo su primer cuadro arropado con una verbena que no ha estado exenta de rencillas y peleas entre los vecinos, en particular al calor de las copas. Aun así, se trata de un evento cargado de valor cultural e historia, cuya ausencia se ha resentido entre la comunidad desde la pandemia.

“La fiesta da testimonio de cómo vive la comunidad y estoy seguro que, al paso de esto, como en algún momento lo fue la Revolución, seguramente habrá una reinvención de la tradición desde esta coyuntura postpandemia”, considera el historiador Gustavo Garibay, originario de Yautepec.

Para los comerciantes, sin duda, son fechas imperdibles. En promedio, una persona gasta de 300 a 500 pesos durante su estancia en un carnaval, lo que incluye alimentos, la compra de artesanías y de bebidas alcohólicas. Con hasta 200 mil personas congregándose en un carnaval como el de Yautepec, el más grande del estado, la derrama de dinero es cuantiosa.

Pero el beneficio económico no se limita a la gente que instala sus establecimientos en la vía pública, sino también al sector transportista, en razón de todas las personas que se trasladan a la fiesta desde municipios como Cuautla, Ayala, Tlalnepantla, Hueyapan o Tetela del Volcán. En Morelos, los municipios que ofrecen carnavales anuales son Jiutepec, Tlaltizapán, Emiliano Zapata, Mazatepec, Tepoztlán, Tlayacapan, Yautepec, Atlatlahucan, Xochitepec, Miacatlán, Ayala y Tepalcingo.

Para el historiador, el valor de un carnaval va más allá de su impacto económico, toda vez que fortalece la cohesión de las comunidades.

“Por mucho que haya intervención de los ayuntamientos, el encuentro de la sociedad es una oportunidad de consolidar lazos identitarios, comunitarios y que en este momento el no llevarse a cabo fragiliza la integridad y cohesión de la comunidad”, considera Garibay.

El riesgo de contagio

Para entender el riesgo de contagio que podemos correr en las actividades sociales, la Universidad de Oxford, en Reino Unido, y el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) elaboraron en 2020 un estudio para clasificar las posibilidades de resultar contagiado en un evento masivo según la cantidad de asistentes, si usan o no mascarillas, las actividades que hacen (hablar, cantar, gritar o estar en silencio) y el nivel de ventilación del lugar.

Si tomamos las particularidades de un carnaval, donde el contacto entre personas es prolongado y mucha gente puede no usar mascarilla, el riesgo de contagio va de medio a alto excepto si todos permanecen en silencio, y siempre que se trate de espacios al aire libre y bien ventilados. Si todos los asistentes permanecieran en silencio, el riesgo sería bajo, pero sabemos que no es así. Si toda la gente usara protección, el riesgo sería medio al gritar o cantar. Pero si pasa lo que ocurrió en el carnaval de Totolapan, realizado a mediados de diciembre pasado, donde las fotografías difundidas por el propio ayuntamiento exponían a gente sin cubrebocas, el riesgo de contagio se eleva a alto.

De acuerdo con la doctora Cecilia Guzmán Rodríguez, Subdirectora de Salud Pública de los Servicios de Salud de Morelos (SSM), la variante Omicron se caracteriza por una transmisión más rápida que las otras y, aunque hasta este viernes no se han confirmado casos positivos en la entidad, lo más probable es que ya esté circulando de manera comunitaria.

“Este virus es capaz de infectar mucho más rápido a las personas, porque se queda en las vías superiores casi siempre. La mayoría de las personas ya estamos vacunadas, y en la mayoría de los casos con el esquema completo, pero este virus tiene la capacidad de quedarse en la nariz, la garganta y los bronquios, y se puede transmitir más fácilmente, porque nos agarramos la nariz, tosemos o hablamos fuerte”, explica la especialista.

Para ilustrar la velocidad de contagio de la variante Omicron, Guzmán Rodríguez da números: en cuatro días, una persona contagiada puede transmitir el virus a seis más. En un carnaval, el escenario de contagio puede ser dramático.

“La velocidad de transmisión es súper breve, así que, obviamente, como se acorta el periodo de transmisión, podemos infectar más rápido”, insiste.

Y, en este sentido, considera que lo más prudente durante el primer trimestre del año es evitar cualquier tipo de reunión que ponga en riesgo la salud de las personas, especialmente al considerar que no todas se han vacunado y que, a pesar de la vacuna, hay comorbilidades que vulneran su salud, como la hipertensión, la diabetes y el tabaquismo.

“Estamos por cumplir dos años de esta pandemia, estamos muy agotados o cansados de las restricciones, pero es momento de seguir esforzándonos por mantener todas las medidas”.

Fuente: El Sol de Cuautla


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