
Una historia que desafía el tiempo
Desde hace 40 años, Clemente Pérez, de 78 años, comienza su día cada 12 de diciembre antes del amanecer. En el zócalo de Cuautla, con paciencia y dedicación, prepara su emblemático caballito de plástico, dispuesto a captar los momentos de niños y niñas vestidos de inditos para rendir homenaje a la Virgen de Guadalupe.
Aunque el paso de los años ha transformado esta tradición, Clemente conserva su entusiasmo, a pesar de notar una disminución en los clientes. “Antes, a esta hora ya estaba lleno”, comenta con nostalgia mientras acomoda su pequeño set fotográfico.
Un oficio que evoluciona
Israel Teja, un joven fotógrafo de 28 años, ha encontrado su propio camino en esta tradición. Su herramienta principal es un burrito real, rentado especialmente para la ocasión, que descansa mientras espera a los devotos. A pesar de llevar solo cinco años en el oficio, Israel reconoce los desafíos que enfrenta esta actividad, desde la disminución de fieles hasta el impacto de la inflación en el precio de las fotos, que ahora rondan entre los 70 y 80 pesos por sesión.
“Es un trabajo bonito, pero cada vez más complicado”, admite. Aun así, mantiene viva esta tradición en honor a la Virgen, un testimonio de fe y perseverancia en tiempos de cambio.
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Un zócalo lleno de fe, pero con menos fotos
El zócalo de Cuautla sigue siendo un punto clave para las celebraciones guadalupanas, con misas y ofrendas durante todo el día. Sin embargo, los fotógrafos como Clemente e Israel ven cómo su público se reduce año tras año, reflejando un cambio en las dinámicas sociales y económicas.
A pesar de todo, ambos coinciden en que esta tradición aún tiene valor y esperan que las nuevas generaciones puedan apreciarla y preservarla.