

Pequeñas bolsas eran llenadas con el material explosivo por ella y su esposo para enseguida ser cuidadosamente amarradas a un cinturón que se sujetaba a la cintura debajo de su falda y así podía transportarla sin problemas.
Se cree que vivía en Cuahuxtla con su esposo y éste comisionado para fabricar la pólvora, antes del Sitio se dedicaba a elaborar castillos y cohetes para las fiestas patronales de la región.
Cuando escaseó el parque de armas y cañones, el General Morelos ofreció cinco pesos por cada bala de cañón sin explotar que le llevaran.
La Cuellar sabía los lugares donde caían con frecuencia los artefactos realistas y ésta, atenta, exponiendo su vida; cuando veía caer un proyectil corría con un cántaro con agua y la vaciaba sobre éste. La operación era delicada mas la Cuellar, siempre salió ilesa.
De las bombas que rescataba, mismas a las que se les quebraba la espoleta elaboraban cartuchos.
Otros pobladores también aprovecharon la oferta del general Morelos y se ganaron unos pesos.